Los Altos de la Baja
La Rioja Oriental, esa zona situada al sureste de la Denominación de Origen, antes se llamaba Rioja Baja. Un eufemismo que atenúa la mala fama de este nombre y que fue nodriza de las bodegas más señeras de la D.O. Álvaro Palacios, como ya ocurrió en el Priorat y Bierzo, se convierte en el primer impulsor de los escondidos terroirs que guarda la sierra de Yerga, buscando las cotas más altas para dar voz propia a esta Rioja de tinte mediterráneo. Pero no hablaré de él sino de algo menos famoso que se llama Queirón.
Queirón es una bodega nacida en el año 2010 propiedad de la familia Pérez Cuevas, la misma que en 1985 construye la Bodega Ontañón con un contenido más productivo y que permitió engendrar un proyecto más creativo y ecológico.
En estos tiempos solo me mueve al viaje las rarezas y los buenos emprendimientos en rincones difíciles o desconocidos. Tenía curiosidad en comprobar si esta subzona, considerada maldita durante muchas décadas, podría aportar algo más que ser el histórico proveedor oculto de las afamadas pasarelas de la Rioja Alta y Alavesa. El principal secreto son las tierras altas y la concepción sostenible y ecológica de esta casa, sin que se me fuera de la cabeza si el éxito de Álvaro Palacios se podría repetir en la zona con la familia Pérez Cuevas.
La Rioja del pobre
Con este título publiqué un reportaje en Sobremesa en los Ochenta sobre la Rioja Baja. Basta repasar mis viajes, incluso en la década anterior cuando a la “Rioja”, como sustantivo de una calidad que se supone, se añadía el adjetivo de “Baja”. Término que peyorativamente inducía a pensar en la baja calidad de sus vinos, cuando en realidad se trataba de diferenciar dos cuencas del Ebro en su camino al Mediterráneo: la Rioja Alta y la Rioja Baja. Una zona cuya climatología continental mediterránea aseguraba cosechas que, desde los años Cincuenta del pasado siglo, el auge del cooperativismo permitió proveer a las grandes e históricas bodegas de las otras dos subzonas. El concepto “pobre” de la Rioja Oriental que citaba se debía a que en los pasados Setenta no fue bendecida por los grandes inversores, ya fueran de la burguesía vasca del Diecinueve o de los empresarios jerezanos, ni multinacionales ni banqueros, que levantaron sus negocios en la Alta y en la Alavesa.
En mis primeros viajes por la famosa Denominación de Origen, la garnacha era una necesidad entre bastidores; se evitaba citar a la Baja como proveedora. Gran número de cepas de esta casta provenían del clon 70, más resistente a los envites del clima, pero de una calidad mediocre y de elevados rendimientos. La Oriental lo constituía un gran número de proveedores de garnachas campesinas que muchos llegaron a descepar a cambio de tempranillos cálidos y muy mediterráneos en suelos de aluvión, alejados del brillo calizo de las otras dos riojas y que no daban la talla. Tempranillos como cepas de climas moderados, pero no las de estas tierras bajas riojanas.
La magia de las alturas
La viña que se contempla desde la autopista nada tiene que ver con la frondosidad de la Sierra de Yerga, en donde la bodega Queirón expande la mayoría de sus viñedos. La frescura de sus montes que, con sus 750 metros de altitud, conceden una opción a la tempranillo para ofrecer unos rasgos más afrutados que la cultivada cerca del Ebro, pero todavía sin la complejidad de las otras dos zonas. Por ello, esta uva tiene hoy tiene una participación minoritaria en el ensamblaje con la garnacha al contrario que en la Rioja Alavesa y Rioja Alta, como todos sabemos. La garnacha es la mejor elección en la zona durante toda su historia porque ofrece más variedad de estilos según la altitud. Además, con la ventaja del cultivo ecológico más seguro, gracias a la menor humedad con brisas permanentes (casi donde arranca el Cierzo), que les diferencia de las otras dos subzonas.
El matrimonio Pérez Cuevas ha sabido transmitir el oficio de la experiencia y el alma del vino a sus sucesores. Cuatro hijos dedicados a diferentes tareas en la bodega. Rubén Pérez Cuevas es el director técnico, acompañado de Raquel con sus responsabilidades gerenciales, María, la más joven, se ocupa en la gestión de calidad y recursos humanos y, por último, Leticia, que dejó su trabajo de ingeniera en la Agencia Espacial Europea para poner los pies en la tierra trabajando la agronomía del viñedo familiar porque le tiraba el gran filón de la biodiversidad de la Rioja Oriental.
Ensayos Capitales
El resultado es toda una serie de proyectos de investigación, como sus Ensayos Capitales numerados, que son innovaciones en la elaboración principalmente y que, en vez de ser experimentos de puertas para adentro, el vino se embotella, se etiqueta y se vende. De esta gama me sorprendió el Ensayos Capitales número 3. Es una elaboración semejante a los amarones de Valpolicella donde una parte del tempranillo se deshidrata por el sistema de asoleo (ellos lo titulan “asoleao”), colocando los racimos en cañizos al aire libre durante 5 días (un material muy usado en la comarca para pasificar las ciruelas), sin contacto con el suelo. Las uvas proceden de La Pasada, una finca situada a 750 metros de altitud y con menor grado alcohólico. Con el asoleo antes del despalillado y selección de granos en mesa, el tinto no asomaba el menor rasgo pasificado, sino una nota confitada y concentrada, sin perder el valor de la variedad en equilibrio con las notas tostadas y achocolatadas de la crianza en roble americano durante la fermentación de 12 días y roble francés en el envejecimiento de 5 meses.
El número 1 de Ensayos Capitales es el el trabajo sin sulfitos del Monovarietal Graciano que, para mi gusto, aparece algo maduro de fruta, a pesar de ser una variedad tardía, cuando lo interesante sería lograr el toque balsámico-herbal que permitiría reconocer el matiz laurel típico de esta variedad. El numero 2 es un tempranillo blanco de la cosecha 2019, muy graso y con un volumen no esperado de esta cepa. Como se puede apreciar, las etiquetas es un derroche de textos que, bien mirado, se convierte en una originalidad. Sin duda, bodegas de este porte que comiencen a extenderse en la Rioja Oriental, serán el mejor signo para acercar esta zona a las consagradas de la Rioja. Los cinco vinos que aparecen en las dos últimas guías Peñín figuran con puntuaciones entre 92 y 94 puntos. Una buena señal.