Punto de Fuga 2019, la unión que hace la fuerza
Existen personas que con su trabajo y dedicación consiguen crear grandes vinos y otras que además, deciden sumar su experiencia y su fuerza a otros semejantes, haciendo que de esa suma de personalidades y visiones nazca algo nuevo y bonito. Este es el caso del vino Punto de Fuga que nos ha llegado este año a través de los chicos de Zorzal Wines. Se trata de un proyecto que unifica dos bodegas con el mismo nombre Zorzal; una ubicada en Gualtallary, Mendoza, Argentina y otra en la Ribera Baja de la DO Navarra, en España.
Bodegas Zorzal, la española, es un proyecto familiar que nace de la experiencia y conocimiento heredado por tres hijos, Iñaki, Xabier y Mikel de su padre Antonio Sanz en Navarra. Tres jóvenes que decidieron dar una vuelta de tuerca más al proyecto familiar y centrarse en la recuperación de variedades en “desuso” en la zona. En 2007 estos jóvenes deciden ponerse manos a la uva y en pocos años consiguen abrirse un hueco entre los elaboradores navarros más vinculados a la tierra gracias a una visión del vino desde el viñedo. Vendimias más tarde, Zorzal, formado por estos tres hermanos y por Rafael Regadera, al mando de la dirección financiera, se encuentran con la familia Michelini. A esta familia de productores argentinos tuvimos ocasión de conocerla hace años en una de nuestras anuales visitas a Argentina, donde catábamos los vinos para la Guía Peñín de los Vinos de Argentina, Chile y México. Este Zorzal argentino empezó a destacar en aquellos años 2016, gracias a una visión muy específica del terroir mendocino, especialmente en su vertiente de Gualtallary. La familia Michelini, formada por Gerardo, Gabriel, Matías y Juan Pablo, estaba obsesionada con la búsqueda de frescura y de su interpretación de la identidad zonal, y para ello se esforzaba por trabajar vinos austeros, sin mucho aderezo que empañase el diálogo entre su discurso de suelo, clima y vino. Recuerdo unas primeras catas de vinos extremadamente afilados, al punto límite, y como ellos mismos se iban emocionando con cada nueva prueba, con cada nuevo vino y con cada idea de futuro.
Es fácil de comprender ahora cómo, a pesar de la distancia que los separan, estos jóvenes bodegueros se han entendido a la perfección con los Zorzal de España. En el interior de ambas familias late el vino con fuerza y las ganas de seguir aprendiendo, el motor de acción para los más inconformistas.
Navarra y sus garnachas
La uva garnacha fue tiempo atrás la gran variedad del viñedo navarro, y como en muchas otras zonas fue arrancada para sustituirlas por variedades más comerciales y reconocidas, como es el caso del cabernet y merlot. Algunas bodegas jóvenes como Zorzal se han metido de lleno en la recuperación de esta uva, hoy icónica y antes infravalorada. Estos trabajos buscan vinos que recuperen la tradición local de la garnacha, la que reinaba en el pasado, pero se acercan a los gustos más actuales y demandados a día de hoy. Vinos donde la fruta es protagonista, donde la variedad luce sus galas más primarias y donde además se busca plasmar la esencia del terreno en el embotellado.
Punto de Fuga es la culminación de un encuentro que llegó para romper las fronteras y que sirvió para acercar a dos pueblos hermanos a través del vino. No es el único creado hasta la fecha. Fruto de esta fusión de trabajos también se elaboraron un Punto de Fuga San Pablo con la uva pinot noir y otro en Cafayate con la uva tannat.
Las uvas de este vino proceden de la parcela de Los Largos, dentro del paraje Corral de los Altos, en Cintruénigo. Tal y como nos recuerdan sus creadores la 2019 fue para ellos una añada histórica, con una frescura inusitada y con unas lluvias aunque escasas, bien repartidas. La viña se encuentra ubicada en una serie de terrazas aluviales en el margen derecho del río Alhama. Nos encontramos con suelos profundos, aluviales y con altos contenidos de carbonatos cálcicos, lo que para nosotros se traduce en tensión dentro del vino. Se trata de un vino muy vital, con frescura, con una uva garnacha bien representada a través de la fruta roja y de una gran expresividad que nace del recuerdo a las flores silvestres. La boca es elegante, con un cuerpo medio, fácil de beber, pero sabroso y con un final largo y persistente.
Proyectos como este, vinos como este nos recuerdan que en este sector no existe barrera alguna que sea infranqueable, ni tan siquiera la distancia. Tan solo es preciso seguir el sueño y ponerlo en práctica disfrutando del viaje. Estamos seguros que así se ha desarrollado este bonito vino, un proyecto revelador y clarificador para las futuras generaciones de enólogos y viticultores.