El próximo día 22 y 23 de noviembre vuelve con fuerza y ganas el Salón de los Mejores de la Guía Peñín en su 21 edición. Hoy “Los Mejores” está considerada la mayor exhibición mundial de vinos españoles de calidad a partir de 90 puntos. La dimensión que va tomando este encuentro a nivel internacional es notoria. En la edición pasada vinieron visitantes profesionales de 32 países, pagándose el viaje de su bolsillo. En esta edición se ha batido el récord de participantes, alcanzando más de 350 bodegas con más de 2000 vinos.
El antecedente de este salón comienza en 1997 con los “Premios de la Crítica de la Revista Sibaritas”, que entonces editábamos con la ocurrencia de que los vinos nominados pudieran ser probados por aficionados y profesionales en un Salón instalado en el hotel Palace. Era la primera vez que en España se ofrecía esta alternativa frente al tradicional stand de las bodegas en las ferias habitados por agentes comerciales y azafatas. Una alternativa que se presentaba con unas sencillas mesas de cata con las botellas más puntuadas, con su escupidera correspondiente distribuida por bodegas.
En el año 2000 la Guía Peñín tomó el relevo de este modelo con la condición de que solo participaran los vinos con mayores puntuaciones de la Guía. No se trataba de abrir la suscripción libre a todas las bodegas que quisieran participar, como sucede habitualmente en las muestras internacionales como en otros salones. Desde entonces, han proliferado bajo este patrón un sinfín de exhibiciones de vinos en hoteles sin el filtro de la valoración por calidad del producto. No obstante, este tipo de eventos, del que fuimos pioneros, se ha convertido en el mejor instrumento, no solo de la promoción física de las marcas, sino también por una mayor actividad didáctica sensorial al tener al alcance y en un palmo de terreno un gran número de vinos, lo que permite al asistente tener acceso directo a los productores y a sus productos sin necesidad de tener que hacer cientos de kilómetros.
El propósito del Salón
Al principio de todo nos planteamos ¿cómo transmitir al consumidor y al profesional que las puntuaciones de la Guía Peñín eran ecuánimes? La mejor manera era llevar los vinos a un espacio físico para que todos los aficionados y profesionales pudieran confirmar o debatir las valoraciones con las suyas, con la presencia pública de las botellas en un Salón. Era la única manera de que muchos visitantes pudieran catar vinos de élite de escasa producción, vinos fuera de los círculos de distribución y algunos muy caros. El éxito de las primeras convocatorias nos permitió ver que el Salón al final era un espacio de difusión y comercialización de producto. Una vez se entendió la valoración de la Guía como un criterio serio y profesional, los bodegueros se interesaron más en participar y los asistentes tampoco querían perderse la oportunidad de hacer negocio ahorrando tiempo y dinero. En un principio, y por motivos de espacio en los hoteles, la convocatoria se centró en vinos con puntuaciones no inferiores a los 94 puntos. A medida que encontrábamos la posibilidad de localizar espacios más grandes, fuimos ampliando las puntuaciones hasta encontrar el espacio definitivo donde pudieran exhibir los vinos a partir de los 90 puntos y ese lugar es IFEMA. 90 puntos es la valoración mínima de un vino que transmite algo más que la calidad sino también su personalidad.
¿Son los mejores vinos?
La Guía tiene toda la autoridad para definir como “Los Mejores” a los vinos participantes. La razón es que ninguna organización, ya sea nacional o internacional, llega a catar anualmente tantos vinos españoles como la Guía Peñín, catas que representan el 85 por ciento de las marcas españolas puestas en el mercado nacional. Sobre esta condición es legítimo afirmar que la selección de los mejores vinos de España tiene una base sólida.
Ese 85 por ciento tiene su pequeña historia. Esta casa, en su afán obsesivo de reseñar el cien por cien del catálogo nacional, no lograba que ese 15 o 20 por ciento de las bodegas españolas figuraran en las páginas de la Guía. ¿Cuáles eran las razones? En ocasiones la pereza de enviar las muestras, o la excusa de alguna bodega de venta de vinos local sin interés en ampliar más horizontes, pero todas tenían un denominador común: vinos de escaso relieve. Lo supimos en el año 1995 cuando nos pusimos en contacto con una agencia de reparto y convenimos que recogieran los vinos de las propias bodegas, eligiendo al azar un determinado número proporcional de vinos de casi todas las D.O. El resultado fue que ninguno sobrepasaba los 82 puntos. Fue como un sondeo del mercado del vino “oculto”. En ese momento nos dimos cuenta de que los vinos que, hasta ese momento, aparecían en la Guía Peñín suponían casi el 100% de los vinos de calidad de este país. La excepción puede ser un nuevo lanzamiento de alguna joya después del cierre de edición. Si alguna bodega por cualquier circunstancia no envía la muestra y el vino es notorio por su calidad e, incluso, porque la marca sea muy conocida, se compra el vino en la tienda.