Festival de encuentros
El final (aparente) de la pandemia, ha generado la necesidad de proyectar las inquietudes y proyectos que la maldita pausa impedía. De las novedades, he aquí las que me parecieron más relevantes.
Riojas de pueblo
El pasado 30 de mayo, la Asociación de Bodegas Familiares de Rioja organizó en Madrid una curiosa muestra de “Riojas de pueblo”. Una figura que, al aficionado le suena bien y que, a los más creciditos les evoca la compra a granel en garrafa en el pueblo de sus padres. Este retrato del pasado se ha convertido en bodegas de familia con buenas hechuras enológicas, con botella y marca.
Lo original de este encuentro fue la habilitación de un espacio aparte, con catadores sentados con batería de muestras en ristre, en donde se podían gustar hasta 15 tipos de riojas, haciendo bueno su eslogan de “la tierra de los mil vinos”. Me interesaron las garnachas frescas y gráciles de Najerilla, que hoy se están poniendo de moda, frente a las más maduras de Tudelilla en la Rioja oriental; los vinos de viñedos singulares; vinos de tempranillo blanco, viñedos centenarios; nuevos cosecheros y/o nuevas generaciones; variedades minoritarias, y así todo un ramillete de oportunidades para calibrar ese rioja de las mil caras.
20 aniversario del Alonso del Yerro
Parece que fue hace nada cuando el matrimonio feliz compuesto por María del Yerro y Javier Alonso vinieron a mi despacho para contarme su proyecto familiar en ese “medoc” de la Ribera del Duero, en el triángulo mágico de Roa, Anguix y la Horra. Nunca pensé que de la familia Alonso, propietaria de los Laboratorios Alter y de la bodega Solar de Samaniego, se desgajara un miembro como Javier que, con su mujer María, emigrara de los volúmenes riojanos para adentrarse en el Duero en la aventura de un vino personal.
Tanto tiempo pateando bodegas y bodegueros, no recuerdo haberme encontrado con un matrimonio que, sin tener raíces en la zona, se lanzara a montar una bodega bajo el concepto de chateau, con la ilusión de integrar el trabajo con la residencia familiar. Viñas enlomadas coronadas por una edificación neoclásica en donde la mano femenina de un exquisito interiorismo, se mezcla en la bodega con todos los avances de la enología y viticultura. No repararon en gastos para contar con un asesor bordelés, como Stephane Derenoncourt, y el famoso investigador de los suelos, Claude Bourguignon, con su inseparable mujer Lydia. Un proyecto alejado de cualquier ambición empresarial que creciera apaciblemente de modo que no tuvieran que depender de él.
Pues bien. En los primeros días de junio se cumplieron los 20 años de ejecutoria apacible de esta bodega. María y Javier celebraron este acontecimiento recibiendo en su finca a periodistas y amigos, que pudieron recordar catando las añadas que esta casa alumbró durante dicho periodo. Un tiempo que apenas ha afectado al ramillete de vinos desde la cosecha 2008. Me gustaron las cosechas “frías” como la citada, y la 2009 y 2013; precisamente las que, en su momento, alcanzaron las máximas puntuaciones en la Guía de esta casa: 94 y 95 puntos. Vinos que siguen pletóricos.
Terras do Navia
Es una IGP que se extiende al oriente de la provincia de Lugo con las localidades más relevantes, como A Fonsagrada, Negueira de Muñiz y Navia de Suarnas. Para hablar de esta zona, la Diputación Provincial de Lugo me invitó a dar una charla sobre el futuro de los vinos lucenses, en donde una gran parte de la ya famosa Ribeira Sacra se halla en esta provincia, aunque centrándome más en Terras do Navia. Una zona remota que conocí hace 3 años, cuando la recorrí de la mano de Pepe Rodriguez, el que fue “alma mater” de Adegas Galegas.
Trasladando la experiencia de Ribeira Sacra, que posee un marco geográfico similar al de Terras do Navia, es fácil suponer que los vinos de esta zona pueden alcanzar los puntajes de calidad de Ribeira. Una zona paralela a Cangas de Narcea por altitud y paisaje, con unos suelos de pizarra y granito sobre un sustrato arcilloso. La ventaja de estas zonas ocultas y atrasadas son sus suelos pobres, que se han librado de la agricultura intensiva de abonos artificiales a base de fertilizantes, nitrógeno y potasio, que quemaban la materia orgánica y el uso de tractores pesados. De ahí sus vinos francos y limpios sobre todo afilados de acidez, pero con una gran potencia frutal a partir de la albarín (branco lexítimo), más cercanos a los de Cangas que a los de León y con más volumen en boca que los del Betanzos y Ferrol, donde llueve el doble que en la zona lucense. En cuanto a los tintos, son semejantes a los de Ribeira Sacra, con mencías de temperamento borgoñón, de colores guinda, mineralizados, frutos rojos y balsámicos. Sin embargo, creo que adjudicar a esta zona la categoría de Indicación Geográfica Protegida, me parece prematuro al carecer aún de una estructura mínima de bodegas embotelladoras. Solo Bodegas Panchín y Bodegas Sidrón fueron las que, en un salón aparte de la Diputación, exhibieron sus marcas junto a un abrumador número de bodegas de la Ribeira Sacra, que se pudieron catar en este evento.
Panchín, con su branco lexítimo de la cosecha 2020, me recordaba a algunos sauvignon blanc del Loira, tersos y elegantes, ligeramente más frescos y sutiles, aunque no menos profundos que los de Ribeira Sacra. El tinto me sorprendió por su alto nivel, de sabor nítido, mineralizado, pero con la fluidez y ligereza de los tintos septentrionales. Adegas Sidrón, con su blanco Dpeiga 2019 de branco lexítimo, fresco, ligero, frutal con una acidez centroeuropea, que le dotaba de cierta elegancia. No menor fue el Dpeiga 2019 tinto, hecho con tinta serodo, que es la albarín tinta, frutal, ligero, con recuerdos de frutos rojos de zarzal y balsámico.
Viñas viejas de Soria
Los viñedos viejos se hallan sobre todo en las zonas más apartadas con menor riqueza y producción. La zona soriana de la Ribera del Duero estuvo dormida en la década después de la creación de la D.O. Apenas una o dos cooperativas y viticultores vendían su uva a las bodegas situadas al oeste de la carretera Madrid-Burgos, en donde se hallan la mayor parte de las casas más insignes.
Hace más de 10 años, Bertrand Sourdais, un francés del Loira afincado en la Ribera, fue el primer impulsor del “vino de Soria” con Dominio de Atauta, descubriéndonos que aquellos parajes eran la joya secreta de la que se surtían muchas bodegas de la D.O. Su mayor altitud con respecto al resto de la Denominación, sus pequeñas parcelas y sus suelos más vírgenes y liberados de una viticultura intensiva, conforman un ecosistema diferente con vinos más ligeros, con sabores herbales y frutos rojos con mucha expresión, y con algunas castas entremezcladas, como albillo, garnacha y otras, constituyendo una visión medieval del vidago. Hoy, el vino de Soria, no solo el inscrito en la D.O. sino también fuera, va teniendo carta de naturaleza con unas bodegas pequeñas que apuestan por tener voz propia.
La primera iniciativa es la Asociación de Bodegas Viñas Viejas de Soria, que dio el pistoletazo de salida el pasado 20 de mayo, impulsada por Bertrand y que reúne a 14 elaboradores. Son bodegas pequeñas cuya producción media no sobrepasa las 10.000 botellas, algunas con apenas 2.000, que tienen en común preservar el patrimonio de terroir y los viejos viñedos, algunos de los cuales son prefiloxéricos. Las bodegas que las componen son Antídoto, Dominio de ES,Tierras El Guijarral, Bodegas y viñedos Señorío de Aldea, Dominio de Atauta, la antigua cooperativa de San Esteban de Gormaz, Valdeviñas de Langa de Duero,Bodegas Castillejo de Robledo, Taruguín, Bodegas Aranda-De Vries de Inés, Viñedos Aceña. A este grupo se añaden otras fuera de la D.O., como Bodegas Vildé, Lunasde Castromoro y La Quinta Vendimia.