El origen vizcaíno del Rioja actual (II)
En el capítulo anterior reseñé lo que significó al comienzo de la segunda mitad del siglo XIX la irrupción de los inversionistas vizcaínos en la mejora de los vinos riojanos, con la punta de lanza de Murrieta y Riscal. En esta segunda entrega, termino la descripción de las bodegas aún vivientes que comenzaron su andadura con raíces vascas.
Bodegas Bilbaínas
Como su propio nombre indica, la firma Bodegas Bilbaínas también tuvo un origen a orillas del Nervión. A finales del siglo pasado, decir Bilbao o Haro era más ilustre que pronunciar Rioja. Bilbao, como ya he dicho, tenía el dinero, el comercio y una burguesía industrial de aroma inglés. Uno de sus fundadores se llamó Santiago Ugarte Aurrecoechea. Don Santiago nació el 5 de febrero de 1867 en el barrio de Asúa, en la anteiglesia de Erandio, cerca de Bilbao. Después de finalizar sus estudios, se incorpora al negocio de los vinos que su padre tenía establecido en la Alhóndiga de Bilbao y que se extendía por toda la provincia de Vizcaya hasta Santander. El comercio de vino llegó a tal magnitud que pensó instalarse en la base del comercio riojano y, que no era otro que la estación de Haro. En ese enclave y con treinta y un años de edad, fundó en el año 1901 Bodegas Bilbaínas sobre unas instalaciones que pertenecían, cómo no, a unos almacenistas franceses, los hermanos Savignon, que llegaron a Haro durante la crisis del oidium en los años sesenta de aquel siglo. La fachada junto a la estación corresponde a los gustos de sus amos galos y muy parecidas a las construcciones de las bodegas de Champagne. Bodegas Bilbaínas era una sociedad que abarcaba todo un cúmulo de bodegas de aprovisionamiento de materia prima en Monóvar, Santa Cruz de la Zarza, Noblejas, Valdepeñas y Alcázar de San Juan. Poseer bodegas en otras zonas, incluso con el nombre de la bodega riojana, no estaba mal visto. La calidad primaba sobre el origen, noción que, en aquellos años, no tenía la importancia que tiene hoy. Era más importante el concepto de marca y las artes del ensamblaje, el trabajo de bodega y menos el trabajo de viña.
La relación Bilbao-Londres de aquellos años, además de constituir un vínculo industrial, también era un vínculo de costumbres e, incluso, de sentimientos. Santiago Ugarte estaba casado con una inglesa y Londres era el lugar más apropiado para dar a conocer sus vinos. En 1918, montó por todo lo alto unas oficinas nada menos que en Regent Street bajo el nombre Bilbaínas London Limited. En los sótanos de la histórica estación de Charing Cross nacía el tinto Pomal Castle traído de la Rioja en barricas, embotellado allí mismo y ennoblecido con la visita a Londres de Alfonso XIII, que dio buena cuenta de alguna cosecha. Santiago tenía madera de político, hasta el punto de ser vocal del Consejo de Economía Nacional creado en los tiempos de la dictadura de Primo de Rivera, época en que se redactó la célebre Ley del Vino. Don Santiago intervino en la política local ocupando el cargo de primer teniente de alcalde del Ayuntamiento de Bilbao y vicepresidente de la diputación de Vizcaya.
Bodegas Franco-Españolas
Otro personaje de origen riojano, pero de corazón vizcaíno, fue Pelayo de la Mata y Barrenechea, que nació en Logroño en 1869 y llegó a ser máximo accionista de las Bodegas Franco Españolas, adquiriendo en el año 1922 una importante participación del capital. La bodega la fundó en 1901 el súbdito francés Federico Anglade Saurat. Don Pelayo tuvo también una raíz vasca en sus patrimonios agrícolas en Echevarri bajo la colina de Artagan y siderúrgicas en el Nervión, así como responsabilidades profesionales como director del Banco Urquijo en Logroño y presidente del Consejo de Administración de la Sociedad Anónima Ariz de Bilbao; además, también poseía el título nobiliario de conde de San Cristóbal, XXIX Patrono de la Basílica de Nuestra Señora de Begoña en Bilbao. Si bien la bodega pasó por varias manos, la época de Pelayo fue la más fructífera durante los años de entreguerras siguiéndole su hijo Hilario de la Mata hasta la venta a RUMASA en los años setenta del siglo XX.
CVNE
Una de las firmas de más arraigo vizcaíno fue CUNE. Las siglas Compañía Vinícola del Norte de España ya eran de por sí un reclamo de la importancia bilbaína en el negocio del vino. Sus fundadores, Eusebio Real de Asúa e Isidro Corcuera, planearon constituir una sociedad dedicada a la producción y venta de vinos. Corcuera, que había nacido en Rodezno, tenía un cierto conocimiento de los vinos y viñedos riojanos, mientras que Real de Asúa se manejaba bastante bien en estudios estructurales de los mercados franceses. No en balde fue asesorado por un negociante de Neoully, que conoció en el liceo de Burdeos, conocedor de varios champañistas de Reims.
El 24 de marzo de 1879, se constituye la firma Corcuera, Real de Asúa y Compañía embrión de lo que más tarde se llamaría Compañía Vinícola del Norte de España. Los hermanos pertenecían a una de las más representativas familias de la burguesía industrial de aquel Bilbao humeante que nos acercara a Europa y nos alejaba de la estepa mesetaria. Si en aquellos años Bilbao era la capital del vino español, Haro era la capital de vino riojano; por tanto, era lógico que se estableciera un cordón umbilical entre la bodega harense y la sede de Cune en el ensanche bilbaíno. Mientras que la totalidad de las bodegas riojanas dejaron sus sedes urbanas en Madrid y Bilbao para instalarlas en las mismas bodegas de la Rioja, Cune sigue manteniendo sus oficinas bilbaínas como un homenaje a sus orígenes.
Cosme Palacio
Otro hombre ilustre fue Cosme Palacio y Bermejillo, un vasco de Marquina que fue fundador de la Cámara de Comercio de Bilbao y llegó a ser presidente del círculo mercantil de la capital, además de ser diputado conservador en el Gobierno de Cánovas del Castillo. No sólo su prestigio nace de fundar las Bodegas Palacio de Laguardia, sino de ser el patrón del que, años más tarde, sería el creador del tinto Vega Sicilia: Txomín Garramiola.
Don Cosme tenía su correspondiente puesto vinícola en la alhóndiga bilbaína, pero en 1894 decide construir una bodega en Laguardia para atender su clientela vasca, con tan mala suerte que unos años más tarde aparece la filoxera en la Rioja. Valladolid, todavía libre del fatal hemíptero sería su próximo lugar de destino. Concretamente en Valbuena del Duero, donde se hallaba la finca de Eloy Lecanda, que más tarde cambiaría de nombre por el de Vega Sicilia. Su intención era la de alquilar sólo la bodega a la familia Herrero, cuya finca a su vez fue adquirida a Lecanda.
Los Herrero ponían menos atención a los vinos que al resto de la finca agropecuaria. Por cierto, el padre de Eloy, Toribio Lecanda, a quien siempre acreditaron una ascendencia palentina, era en realidad vasco, el cual puso los cimientos de la finca tal y como está dimensionada en la actualidad. El tipo de vino que quería elaborar Cosme en la finca castellana era una imitación de los de la Rioja de entonces, a ser posible con menor proporción de tempranillo y más porcentaje de variedades extranjeras expandidas por algunos viñedos, como el de Viña Tondonia, y por algunos municipios de Álava por el marqués de Riscal en los años cincuenta del siglo xix. No era de extrañar que Cosme Palacio viera, en lo que más tarde sería Vega Sicilia, una fiel estampa del tipo de elaboración riojana. Cosme contaba con un bodeguero de confianza que trabajaba entre la alhóndiga bilbaína y los calados de Laguardia: Domingo de Garramiola y Arbe, alias Txomín, el mismo que daría un vuelco a la historia de un mito español: Vega Sicilia.
En 1915 diseña la marca legendaria, un vino a imagen y semejanza de los vinos riojanos de largo envejecimiento en barrica y embotellado según llegaba el pedido. Hasta el momento que cesa el contrato de alquiler con la familia Herrero, propietaria de la finca, el vino vegasiciliano se llevaba a granel a Laguardia para envejecerlo en barricas bordelesas.
La conexión Bilbao-Rioja hoy es más ociosa y turística en el ámbito del vino. Incluso, mucho más intensa, aunque de otro cariz muy distinto al que la historia desde el siglo xv nos mostró con un viaje de ida de arrieros y un viaje de vuelta de inversores.