Tuvo que llegar un joven de Manchuela, experimentados en la bobal, para acabar de completar los dos importantes hitos materializados por Vera de Estenas y Mustiguillo. Hablamos de Juan Antonio Ponce, de Bodegas y Viñedos Ponce, quién se saltó a la torera cualquier concepción previa y decidió apostar por los vinos que a él le motivaban: frescos, fluidos y muy frutales. Como en el arte, de vez en cuando llegan nuevas escuelas que rompen con lo establecido. Así llegó Ponce, pero de forma casual, pues este paso no hubiera sido posible sin la concatenación de acontecimientos previos. El consumo de vinos del mundo por parte de los más jóvenes enólogos abría nuevas puertas. La era de la borgoñización se abría paso, primero en los consumidores más especializados y, con los años, en el gran público. La lucha contra el alcohol en las comidas ejercía indirectamente presión a favor de unos vinos menos generosos, creando el clima perfecto para el cambio. Ponce representa justo lo contrario a lo visto hasta la fecha. Elaboraciones con graduaciones más bajas, cargas por planta medias, en lugar de las escasísimas producciones por planta que planteaban los que hasta ahora elaboraban bobales de guarda de altos vuelos, y que iban de los 2 kg por planta.
Para Ponce, el hecho de que esta uva no se dispersase por otras zonas ha servido para que llegue a día de hoy en su estado más puro, al no ser muy trabajada genéticamente por viveristas. Por este motivo, tiene, en su opinión, una parte de autenticidad y pureza que le recuerda al sabor de las uvas de cuando era pequeño.
Los 90, opina Ponce, marcaron mucho la evolución de la zona y del país, aportando cosas muy positivas al conjunto del vino español. La llegada de la nueva enología, representada a través de los parámetros de elaboración que se seguían en Burdeos (controles de madurez, extracción, color, acidez, etc.), se dejó sentir en los embotellados a través de vinos con maduraciones altas, con 14º o más. Se trataba de elaborar como en Burdeos, aunque el clima, las variedades o los suelos no fuesen los mismos. Sin embargo, muchos de estos indicadores y formas de elaborar no se adaptan perfectamente al caso específico de la bobal, pues para Ponce te encamina hacia vinos mucho más rudos. “Llevar la bobal a los 14º o 14,5º podría alejarte de lo que en realidad es, aportando vinos más oscuros, con taninos secantes y leñosos. Para mí, ese no es el bobal que recuerdo de mi familia”.
Se tomen las decisiones que se tomen, existen como pueden observar, muchas interpretaciones válidas. El mismo Ponce reconoce que existen muchas vías de trabajo y puntos intermedios en torno a la bobal: “Nosotros mismos lo experimentamos en vinos como Clos Lojen, un vino mucho más fluido que el P.F. o Pino que son más potentes y sabrosos”.
Los cinco bobales más puntuados por la Guía Peñín
Nuevas generaciones, siguiendo los senderos ya marcados