Especialmente significativas son las impresiones rescatadas en Toro tras las catas de sus vinos. “Toro está de moda”, se comentaba. Los aficionados extranjeros empezaban a ver en Toro un lugar original y eso impulsó el deseo de los productores a querer estar allí. Todavía faltarían unos años más para ver cómo iría creciendo el número de proyectos en la zona. A pesar de las buenas expectativas, a Toro le faltaba entonces tecnología y de su viñedo se decía que necesitaba una reestructuración que incrementase las insuficientes cepas de tinta de Toro, que por esas fechas compartían terreno con otras uvas como la garnacha, malvasía, verdejo y palomino.
El tiempo corría implacable a través del calendario y pronto estaríamos catando una nueva edición de la Guía. En Guía Peñín esta sensación es aún más acusada si cabe, pues desde nuestros inicios trabajamos con los vinos que verán la luz un año después, así pues, el año de cada edición de la Guía siempre es un año que ha de llegar. La última de nuestras Guías, la edición 2020, sale al mercado en octubre de 2019. Por este motivo a cada uno de nosotros nos cuesta unos segundos de reflexión cuando nos preguntan por la edición de la Guía en la que estamos trabajando o incluso el año en el que nos encontramos.
Guía Peñín de los Vinos de España 1994-1995
La tercera edición de nuestra Guía anunciaba importantes novedades. Se trata de la primera edición en que se personaliza el nombre de la guía, a Guía Peñín, marca que seguirá estando presente hasta nuestros días. Se modifica también el sistema de puntuación, que pasa del 0-10 español, al americano de 50 a 100 puntos, aunque únicamente se reseñan los vinos a partir de 70 puntos. Además, las puntuaciones se ajustan a rangos de cinco puntos, es decir, aparece un vino de 70, 75, 80, 85, 90, y nunca puntaciones intermedias como por ejemplo 82 o 76.
Este cambio en el modelo de puntuación, dio lugar a una variación importante en el número de vinos con altas puntuaciones, al calibrarse con la nueva puntuación hacia la baja. Así es como en esta edición sólo dos vinos alcanzaron los 95 puntos (Fino La Ina – 800 pesetas y Alvear 1830 PX - 3.400 pts), equiparable a los 9,5 puntos de las primeras ediciones. Por el contrario, el número de vinos con 90 puntos ascendió a 15 marcas, con una notable representación de Rioja y Jerez, y con los primeros 90 puntos en Priorat, gracias a los vinos de dos Clos; Clos Mogador 1990 (90 pts- 700 pesetas) y Clos Martinet 1990 (90 puntos – 600 pesetas).
Se empieza a ver el potencial de una zona, el Priorat, hasta ahora oculta para los productores nacionales, a través de algunos productores franceses que arrancan su trabajo en torno a un terroir todavía anónimo. De Priorat se dice que lo más singular de esta zona es el valor de la tradición, sus bodegas centenarias, los suelos de pizarra y la presencia de sus dos varietales más relevantes: garnacha y cariñena. “Viejas tradiciones, antiguas técnicas y uvas adaptadas al suelo son el quid de la cuestión, elementos que condicionan la originalidad e irrepetibilidad de unos vinos centenarios”, se decía. Este mensaje que hoy en día es asumido como un valor, no lo era del todo por aquél entonces. Aún habríamos de ver el auge de las uvas francesas también en Priorat. A nivel estilístico aquí imperaban los vinos exuberantes, hipermaduros, con un tanino vigoroso, pero con todo, con una acidez que compensaba todo este exceso de sol y sus cálidos suelos de pizarra. Aun no habían llegado los vinos de corte más fresco y ligero que hoy tenemos también presentes como parte de su identidad.