Hoy día para ser un bodeguero adaptado a las nuevas tendencias parece obligatorio la elaboración de un vino naranja, orange wine o vino de pieles. Se trata de una tipología de vinos que poco a poco va ganando adeptos, en parte por la singularidad de los vinos que ofrece y también por su vinculación a vinos de elaboraciones más libres. Tu foto de Instagram puede quedar mucho mejor si es con un vino naranja. ¿Pero de qué estamos hablando? ¿Cómo son estos vinos? ¿De dónde proceden?
En los tiempos que corren, toda buena tendencia ha de estar respaldada por nuestros ancestros. Si no lo hacían ellos antes entonces no valía tanto la pena. Haced la prueba si no se me creéis: ¿Trabajar la tierra con tracción animal o con tracción mecánica?, ¿vendimiar cuando sea el momento adecuado o en función de la fase lunar?, ¿trabajar con materiales como el barro o usar recipientes más asépticos como el acero inoxidable?.
Muchos trabajadores del campo lo hacen por convicción propia y pura, pero también existen casos de postureo, más centrados en cómo se les verá en las redes sociales que en lo que realmente importa del vino. Lo cierto es que estos vinos, sean moda o no, traen una visión diferente a lo que hasta ahora teníamos en nuestros paladares.
¿Qué es un vino naranja?
Esta mención está reservada a aquellos vinos blancos en los que se ha mantenido el vino en contacto con las pieles durante la fermentación, en una forma de elaborar que se parece a la de un vino tinto. Esta forma de concebirlo hace que al vino le sucedan varias cosas. En primer lugar, el vino extrae cierto color de las pieles. Pero no sólo extrae color, sino también tanino. Por este motivo estos vinos wineloveristas suelen ser mucho más contundentes en boca que un vino blanco elaborado de forma convencional, algo que nos permite bucear por comidas más intensas a la hora de emparejarlo.