Ya vencidas las celebraciones navideñas y con un escenario impactantemente blanco frente a nuestras ventanas, nos hemos propuesto recuperar la normalidad en cuanto a vinos se refiere. Está bien disfrutar de vinos únicos, singulares y muy especiales, pero para el día a día la cosa se puede suavizar y no nos cansamos de recordarles que nuestra Guía Peñín online es una estupenda herramienta para poder encontrar, con una simple búsqueda, muy buenos ejemplos de ello.
A poco que sumemos varias décadas en nuestro carnet de identidad, pongamos por ejemplo tres, o mejor cuatro, seremos capaces de recordar con relativa facilidad lo normal que era acompañar las comidas con una jarra de vino. Nuestros abuelos no concebían comer sin vino, pues formaba parte de la rutina de pueblos y también de ciudades. En aquella época dorada para el consumo de vino el concepto de tiempo era otro. No existía una absoluta necesidad de medir cada minuto para exprimirlo al máximo, pues éste era más moldeable de lo que es ahora. Hay muchas reflexiones acerca de nuestros hábitos de antes y de ahora que no es menester afrontar ahora, lo que parece cierto es que tras vivir una experiencia tan impactante como esta que nos ha traído la pandemia, el concepto tiempo y espacio se ha visto modificado y con esta transformación han aflorado nuevos hábitos, o viejos, según se mire.
Superadas las semanas de los excesos navideños, rompemos una lanza por los vinos cotidianos, aquellos que conviven con nosotros desde hace años y que de alguna forma han pasado por nuestra copa recurrentemente, ya sea en el aperitivo o en comidas que van más allá de la celebración o lo especial. El mundo del vino está lleno de vinos cotidianos, que te hacen disfrutar sencillamente del vino y de la comida y que no necesariamente se tienen que convertir en el epicentro de la mesa, sino que van a estar ahí como ya estuvieron en la mesas de nuestros antepasados. El concepto está alejado del gran vino, el embotellado selecto y elitista de los grandes creadores, aunque casi todos ellos también contribuyen creando algún vino cotidiano.
Los vinos corrientes tienen más importancia de la que creemos. La profundidad con la que el vino del día a día se adentra en nuestras mesas es una buena balanza para ver cómo está culturalmente introducido el vino en un país, cómo se relaciona un país productor con su producto y hasta qué punto está normalizado su consumo y también su conocimiento. Todos los grandes países productores han tenido una íntima relación con esta tipología, y todos los productores les deben mucho a estos vinos, entre otras cosas porque son el sustento de la gran mayoría de las bodegas, incluidas las de perfil más Premium.