En el siglo XVII sus calles resplandecían de palacios y conventos con una población de 3000 habitantes (que se quedaron en 500 después del volcán). Poco a poco llegan a Canarias las familias de comerciantes bretonas y portuguesas que se instalan en Garachico, puerto natural de la vertiente norte de Tenerife. Según Agustín Guimerà en su excelente informe sobre los Puertos del Vino señala: “Los edificios que evocan todo un mundo desaparecido, cuando las islas enviaban sus vinos y aguardientes a destinos lejanos: La Habana, La Guaira, Londres, Jamaica, Nueva York, Bombay o Guinea. En torno al patio de piedra, se levanta una construcción de dos y tres plantas, con sus galerías de tea, en donde convergen las antiguas bodegas y almacenes de la planta baja, la escribanía de comercio en el entresuelo y la vivienda de los dueños en la planta alta. Algunas poseen todavía el mirador, desde donde se oteaba el océano y los barcos”.
Estas familias conformaban un abigarrado mosaico de hombres y mujeres que gustaban del riesgo y de la vida junto al mar; unos huyen del avance otomano y otros buscan un puente con América. Garachico fue el lugar escogido por estos pioneros para levantar un emporio que, durante el siglo XVI y XVII, fue, como antes decía, el principal puerto de embarque de la mítica malvasía tinerfeña que los ingleses denominaron Canary Sack. La imagen de centenares de pipas almacenadas en el puerto, como también las fachadas de las oficinas de los comerciantes frente al muelle, era un retrato exacto del trasiego vinícola de la Vilanova de Gaia de Oporto que naciera un siglo más tarde. Fue el lugar escogido por los pioneros en el comercio de malvasía, siendo uno de ellos Melchor Ponte, posiblemente familiar del fundador. Ni el Puerto de la Cruz ni el de Santa Cruz de Tenerife tenían la notoriedad del de Garachico durante los siglos XVI y XVII. En este último siglo había 20 firmas comerciales y 158 mercaderes ingleses. La producción de vino aumenta vertiginosamente hasta el punto de que en 1665 los ingleses fundan la Compañía de Canarias de breve y accidentada historia. Una compañía que no gustó desde el principio ni a canarios ni a ingleses. La Cámara de los Comunes británica protestó vehementemente por lo que consideraba un nuevo monopolio que no comprometía ninguna reducción en el precio del vino. Los comerciantes ingleses que no habían podido ingresar en la compañía siguieron vendiendo el vino malvasía de contrabando y la confusión desembocó a los pocos meses en una decisión del Cabildo insular que solicitaba la expulsión de todos los comerciantes y corresponsales ingleses, así como la prohibición de cualquier venta de vino a los mercaderes incorporados a la compañía.
La lava lo invade todo
Una noche en enero del año siguiente algunas cuadrillas de enmascarados recorrieron las calles de Garachico profiriendo gritos y amenazas contra los ingleses, entraron en las bodegas y rompieron las cubas que había preparadas para la exportación derramando el preciado líquido que corría por las calles. Este episodio culminó con la guerra fría comercial y es conocido como el “derrame del vino”. El Gobierno de Londres suspendió a continuación las relaciones con Canarias en virtud del mal trato recibido por sus súbditos, lo que legitimaba de hecho el contrabando de vino ya existente.