Todavía no se había inaugurado el ferrocarril cuando algunos intermediarios bordeleses, los llamados “Comisionados de Burdeos”, huyendo del oídium que asolaba el viñedo francés, instalan sus naves de almacenamiento de vinos (bocoyes, conos o fudres) en el entorno de la estación, como era de rigor, siempre cerca de los puntos de embarque. En la década de los Cincuenta del siglo XIX, buscaban vinos de elevada graduación alcohólica siguiendo las pautas históricas del comercio del vino mediterráneo que, desde el siglo XVII, llegaban a Burdeos desde el puerto francés de Sette procedente de Alicante y Valencia. Sin embargo, la menor graduación y cuerpo del vino de la zona de Haro y el resto de los pueblos de la Rioja Alta, les pareció más cercano a los “vinos finos” bordeleses, por lo que decidieron instalarse en Haro. Eran fundamentalmente comerciantes y estaban muy organizados. Disponían en casi todos los municipios desde Haro hasta Olite de corredores de comercio que les ponían al tanto de las cotizaciones del vino.
En ese Barrio de la Estación levantaron naves de almacenamiento un gran número de negociantes franceses: Alfonse Vigier, Eugene Kruger, Phillipe Savignon, Francisco Blondeau y Mandry, Charles Boisot, Luis Parlier y un largo etcétera. En los años que van desde el oídium hasta la invasión de la filoxera, este barrio estaba bastante más animado que hoy. Era tal el número de “comisionados” galos que llegó a producir recelos y desconfianzas entre los habitantes de Haro porque estos almacenes proyectaban un clima industrial del vino frente al espíritu artesano de las pequeñas bodegas ubicadas a lo largo de la calle de la Cuevas y calles adyacentes dentro del casco urbano. Este recelo culminó con el descubrimiento de algunos fraudes enológicos que motivó la creación de la coplilla:
“Ay, ay, los almacenes de Haro
los hemos de quemar,
que muere mucha gente
del vino artificial”
De aquellas edificaciones como escenario provisional solo queda algún resto sobre el que se erigieron después de Heredia, las Bodegas Rioja Alta, Bodegas Bilbaínas, las antiguas Bodegas Moctezuma, hoy Gómez Cruzado y CVNE, las cuales entendieron la importancia del ferrocarril que permitía a cada bodega contar con un ramal propio de carga de vino. Al rebufo de pasar de un maloliente barrio de Cantarranas a lo que hoy se llamaría polígono industrial de la Estación, se añadió la Bodega de Rioja Santiago y alguna otra menos relevante antes de arribar Muga en 1968, abandonando su sede urbana de la calle Mayor de Haro. El último en llegar a este universo de vinos y raíles fue Bodegas Roda en los pasados años Noventa, no por la utilidad del ferrocarril, sino por encontrar un hueco en la Rioja Alta.
El futuro del “Barrio”
Es posible que la vecindad unas con otras de las bodegas sea un pretexto para la Cata del Barrio. Pero no veo ninguna diferencia con la actuación en otras ocasiones de grupos de promoción conjunta. Excepto Muga, que cuenta con menores argumentos históricos del Barrio, y Roda, que apenas lleva 30 años en este lugar y su estilo de vino pertenece a la modernidad, el resto poseen afinidades en cuanto al mantener el viejo estilo riojano, que no es otro que el viejo estilo bordelés desaparecido en el primer tercio del pasado siglo. Hay una apasionante historia que relatar si las bodegas han sido capaces de guardar en los cajones y en los oscuros rincones de la bodega toda la memoria de este barrio famoso.