Fermoselle y los arribes en 1980
Allí donde el Duero cambia su idioma y se hace inaccesible entre hostiles gargantas donde Castilla es mediterránea en pleno corazón del kilovatio peninsular, se extiende un viñedo silencioso y ubérrimo y una viña en el ocaso: Fermoselle y arribes del Duero.
Son tierras escondidas con un clima semejante al del alto Duero portugués, cuna del Oporto, donde aún pueden verse los bancales o terrazas donde vegetaban los viñedos de rufete y malvasía negra que más tarde darían algunos vinos generosos tipo Oporto como el de la Quinta del Valicobo en la localidad de Fregeneda, propiedad del marqués de Viesca. Todo esto se acabó.
Hoy en los arribes del Duero, en la provincia de Salamanca, apenas unos majuelos vitícolas dispersos entre pequeñas parcelas regadas por los cigüeñales de los pozos nos indican la excelente aptitud del terreno para el cultivo de la vid. Esta zona vitivinícola es hoy llamada la Ribera, nombre un tanto dulcificado ya que los riscos y la inaccesibilidad resultan privativos de un tramo del Duero, río que, de repente, discurre a una altitud de 400 m sobre el nivel del mar cuando todavía la meseta castellana no llega a adaptar la suya de 600-700 m. Es un río inútil para el campo y rentable para los intereses eléctricos pues en la confluencia con el Tormes se halla el mayor complejo hidroeléctrico de España. En general, no merece más comentario desde una perspectiva vitícola ya que el cultivo es de subsistencia.
Sin embargo, conviene meditar sobre la importancia que tendría esta zona si se pensase en el vino de calidad. Posee un clima parecido a la zona del Priorato con unos terrenos de granito y pizarra idénticos a los de la zona tarraconense e incluso al Alto Douro portugués. Los escasos rendimientos debido a la pobreza del suelo y el alto grado térmico en el verano, apenas hacen rentable el vino desde el contexto actual y solo para elaboraciones de color para mezcla. Lejos queda aquel esplendoroso siglo XVIII cuando se exportaban a Portugal 70.000 cántaros de vino cuando los viñedos del Oporto apenas podían atender la gran demanda que tuvo este vino generoso en aquella época.
Fermoselle
Si dejamos atrás Zamora y nos dirigimos por la árida llanura de Sayago hacia la localidad de Fermoselle, apreciaremos un brusco cambio paisajístico donde el horizonte continental mesetario se transforma en una campiña de olivos, almendros, frutales y viñedos, cultivos típicamente mediterráneos. Cuando nos vamos acercando a este pueblo la viña va generalizándose, dando uno de los mejores márgenes vitícolas de nuestro país y merecedor de nuestra máxima atención.
¿Dónde está Fermoselle?
Este bucólico municipio se halla enclavado en la esquina suroriental de la provincia de Zamora, en la confluencia de los ríos Duero y Tormes con una superficie vitícola de 2.800 hectáreas, con un bajo rendimiento de 9 hectolitros-hectárea debido principalmente al tipo de variedad tinta y su clima altamente caluroso y seco, siendo después de Almería la zona menos pluviométrica del país.
Características de su suelo y clima
A igual que los arribes en Salamanca, los suelos de esta comarca zamorana son predominantemente de granito y pizarra con cepas hundidas en terrenos cascajosos y raramente en bancales, sin apenas posibilidad de retención hídrica. Su clima es seco, consecuencia de la barrera orográfica de la Sierra de la Estrela y de Marao, ambas en Portugal y el efecto diseminador de las gargantas del Duero portugués desprovisto del mínimo signo forestal. La lluvia no sobrepasa los 340 mm anuales con un clima moderado en invierno sin apenas heladas.
Características del viñedo
El viñedo sorprende por su buen estado en una zona bucólica y atrasada. En invierno, cuando la tranquila frontera permanece cerrada, encajona y aísla aún más este bello pueblo cuyo viñedo llega incluso hasta sus primeras casas. Una curiosa imagen medieval cuando entonces, por razones de seguridad, los pámpanos crecían en la misma área urbana. El viñedo ya en la segunda quincena de agosto aparece como una uva dulce cuando en la zona de Toro todavía está verde.
Las variedades son de porte bajo, destacando la Juan García autóctona y tinto Madrid, seguidas de la garnacha y malvasía. No obstante, los vinos cumplen su objetivo como vinos de coupage, muy apreciados por los comerciantes granelistas de Zamora y Salamanca.
Características de sus vinos
El aroma y sabor son peculiares debido al predominio de la uva Juan García, que le aporta al paso y final de boca cierto sabor a terruño. En general son vinos más astringentes, menos viriles y untuosos que los de Toro. Prescindiendo de esta uva o aportando más tinto Madrid, tendría las mismas características que los vinos de mesa de Alto Douro portugués procedente de las laderas media y alta de sus cerros.
Aspectos históricos
En el siglo XVI Fermoselle era ya un centro vitícola importante. Pertenecía al Cabildo de la catedral de Zamora cuando las Ordenanzas de la Tierra de Zamora en 1489 autorizan a los pueblos de la tierra de Sayago a consumir vino de Fermoselle. En 1590 su producción alcanza los 8.000 hectólitros con una población de 583 familias. Según el Catastro del Marqués de la Ensenada, Fermoselle producía 10.320 hectolitros de vino en la mitad del siglo XVIII, época de esplendor gracias al comercio con Portugal, al igual que los Arribes de Salamanca. Entonces existían 47 Lagares y 421 bodegas, incluso se llegaron a destilar 32 hectolitros de aguardiente que se consumía en Zamora vendiéndose a razón de 15 reales el cántaro. En esa época solo se reservaba al viñedo las pendientes o los riscos que miraban a los ríos quedando las zonas llanas para pastos y cereales.
En toda su historia, el vino de Fermoselle nunca fue afectado por los vaivenes mercantiles exteriores, ya que su consumo directo fue local o, como máximo, en la Tierra de Sáyago, el resto solo sirvió para mezclarlo con los de Toro o Tierra del Vino como simple comparsa en el comercio granelista.
Fermoselle hoy
Pedir un vaso de vino de la tierra en cualquiera de los bares del pueblo es una aventura de fin incierto. La comodidad que representan para los taberneros las botellas de litro de los embotelladores de Zamora, impide que los verdaderos vinos sean conocidos incluso por sus habitantes, siempre que no sean cooperativistas o posean bodegas propias.
El pueblo de Fermoselle está asentado en terrenos graníticos, lo que ha propiciado la creación de bodegas subterráneas. En pleno casco urbano hay una calle en la que se alinean las bodegas hoy ya sin utilizarse. Hoy solo se elabora lo justo para el autoconsumo y el resto de la uva se envía a la única cooperativa del pueblo, cuya labor se limita a vinificar y vender lo más rápidamente posible a los comerciantes de Zamora, como ya dije antes, y a otros lugares.
La rentabilidad del vino es aceptable por su color y grado, que desgraciadamente son factores indispensables para el comercio a granel, lo que conlleva un conformismo absoluto sin el menor ánimo por prestigiar estas elaboraciones embotellándolas. Por otro lado, el gran extracto seco de la uva Juan García, que no proporciona vinos de finura, representa básicamente su discreto comercio del coupage contando con una mayor producción que la tinta Madrid. De nada sirve que al otro lado de la frontera -apenas unos metros- los vinos sean más suaves y con algo más de acidez, más apropiados para vino de mesa. El desarrollo vitivinícola en esta zona de Portugal es mayor, hecho que se repite a lo largo de la frontera desde la desembocadura del Miño. El auténtico vino de Fermoselle habrá que buscarlo entre los cosecheros particulares o en la Cooperativa Virgen de la Bandera, siempre a granel.