Es posible que no lo haya explicado con más detalle en la entrega anterior de las Uvas Ocultas, que la presencia en los dos artículos de las variedades desconocidas o casi desconocidas se debe a que están en activo, con marcas catadas y puntuadas por el equipo de la Guía Peñín. Vinos con nombre y apellidos que, con estas variedades, se pueden encontrar en el mercado.
Hasta ahora la mayoría de estas cepas indígenas no han tenido el protagonismo que se merecen debido a carecer de intensidad de color y grado alcohólico, factores indefectibles en el pasado. Su función era meramente de comparsa para equilibrar la acidez y moderar el alcohol acompañando a las “vedettes” de la viña como la garnacha, tempranillo o monastrell.
Las desconocidas catalanas
El pasado productivista del tinto catalán, que a espuertas se vendía como tinto corriente en la segunda mitad del siglo XIX, hizo retrasar la investigación y producción de calidad de las uvas autóctonas. El éxito de la industria del cava permitió la extensión de tres variedades blancas asentadas en la epidermis catalana como xarel.lo, parellada y macabeo, mientras que las tintas garnatxa y carinyena era mercadeo de las cooperativas. La primera mirada de las variedades autóctonas, aunque sin ninguna práctica sobre el terreno, fue de Miguel A. Torres con un libro publicado en1990 “Mil años de Viticultura de Cataluña”. Sin embargo, fue la bodega Albet i Noya la que impulsó con la práctica de cultivo de variedades autóctonas como belat, marina rion, y algunas fruto de cruces como vidal (cruce de ugni blanc y la americana seibel), caladoc (garnacha tinta y malbec) y arinarnoa (cabernet sauvignon y tannat)
A la recuperación de algunas variedades indígenas ocultas se añade la de nombrar con términos localistas castas conocidas como lledoner blanc (garnacha blanca), samsó (cariñena), garrut (monastrell), la subirats parent (malvasía) y la ull de llebre (ojo de liebre tempranillo) y que, obviamente, no aparecen en este post.