Allá por el año 2012, Jorge llamó para enseñarnos el pequeño proyecto que estaba creando en su pueblo, La Aguilera, en una de las bodegas viejas que están excavadas “a pico y pala” en la afueras del pueblo. Cuando probamos allí por primera vez el vino que aún estaba en barrica, y que llevaba más de 15 meses, ya era un soplo de frescura, suavidad y con muchas notas frutales, algo que no habíamos visto nunca en la Ribera del Duero, y menos en un vino con tantos meses de crianza. El proyecto era sólido, se apoyaba en muy buenas viñas y venía a aportar algo de lo que siempre ha flaqueado la D.O., diversidad y frescura, así que no hubo duda por nuestra parte en animarle a que siguiera por ese camino.
Dominio del Águila aterrizó oficialmente en la Guía Peñín por primera vez en el año 2014 (Guía Peñín 2015), con tres vinos que ofrecían una visión diferente y personalista de la Ribera del Duero. Su Dominio del Águila Reserva 2010, obtuvo nada menos que 96 puntos en su estreno en la guía y su clarete, ojo, un clarete, 90 puntos y este mismo clarete catado con dos años en botella 93 puntos. Apenas unos años más tarde nacía un nuevo vino, un blanco de la Ribera del Duero, etiquetado como vino de mesa ya que todavía no se permitía embotellar vinos blancos con el sello de la denominación de origen. Este vino Dominio del Águila blanco 2012, se convirtió en el Vino Revelación 2017 por abrir el debate con un vino soberbio sobre si Ribera del Duero podría decir algo en el mundo de las elaboraciones blancas.
En nuestra última visita a la Ribera del Duero, hicimos parada en esta pequeña bodega para ver los avances de este pequeño ‘vigneron’ y poder charlar sobre la concepción que su creador tiene del vino. Además, teníamos un tema pendiente desde hace años y era su vino blanco, para ello Jorge nos regaló una cata vertical de todas las añadas del albillo ribereño para que pudiéramos apreciar su potencial, algo que ya pudimos observar hace 2 años con el Albillo 2007 de Arzuaga (que también elaboró él en la bodega de Arzuaga).