La Galapana es la reivindicación de un lugar que ha subsistido hasta nuestros días con viñas muy interesantes pero cuidadas de forma muy rudimentaria. Un lugar donde el clima duro y una altitud extrema no impidió que el vino se abriese paso, a pesar de que la viticultura no fuese allí una forma de vida.
Las cosas no llegan de forma casual, el cambio climático ha permitido que el lugar sea ahora un foco de atención para aquellos elaboradores de vinos frescos y elegantes. Es por eso que seguramente en los próximos años veremos llegar a gente relevante a la zona. De momento, ha sido Casa Aurora, con el permiso de Dominio de Tares, quien ha puesto la pica en el lugar gracias a un trabajo minucioso, delicado y sutil.
El proyecto cuenta a día de hoy con 2 hectáreas de viñedo y trabaja otras 8 hectáreas más. Solo se incorpora lo que su propietario puede trabajar personalmente. Estamos ante un vino personalista, aunque lo más valioso de este vino no sea la persona, sino la representación de un entorno fresco y puro. Los trabajos con la madera en este tipo de vinos son, como imaginábamos, sutiles. Acompañan pero no obstaculizan el auténtico sentido del vino, el lugar, el entorno.