Todo este interés por lo propio desembocó en el desarrollo de un estudio sobre la rufete coordinado por Jesús Yuste del ITACyL y que les permitió identificar oficialmente esta uva y también hacer una selección masal de las mejores plantas estudiadas a fin de reproducirlas y plantarlas en Cámbrico. Todo este camino andado a través de la identificación de la tinta rufete llevó a Cámbrico a fijar su mirada en la rufete blanco, una variedad que se conocía en la zona como verdejo y que nada tenía que ver con la famosa y extendida uva castellana, por lo que, antes de confirmar su nombre como rufete blanco se optó por llamarla verdejo serrano, una forma de diferenciarse de la verdejo tradicional, que según Fernando Maillo generaba todavía una gran confusión.
Como la historia siempre se repite, volvieron a realizar un estudio de esta uva blanca, descubriendo que no se trataba de una simple mutación de la tinta, a pesar de sus grandes similitudes con ésta, un trabajo de identificación que les llevó junto con la D.O. Sierra de Salamanca más de siete años.
Lo más llamativo de esta variedad es su hollejo grueso y su buena acidez. La primera vez que esta casa elaboró la rufete blanco fue en 2009, apenas 100 litros, ya que resultaba francamente complicado localizar uvas de esta variedad casi extinta, apenas unas cepas sueltas en cada viñedo viejo. La casa ha plantado y tiene algo más de media hectárea de rufete blanco sobre granito y un compañero de la bodega también posee una viña de esta uva sobre suelos de pizarra, por lo que pueden hacer la rufete blanco en dos suelos diferentes. Nuestro nominado de hoy, primero de una lista de interesantísimos proyectos, es el que procede de los suelos de granito.
Viñas del Cámbrico Rufete Blanca 2019 es un vino fermentado en barricas de cuarto uso, una madera relativamente neutra que les ha permitido que la uva fermentase sin sobresaltos y que aportase al vino sin anular al conjunto. El hollejo de la uva es tan grueso que el vino resultante tiene una tanicidad fuera de lo común, lo que lo convierte en un vino blanco capaz de aguantar una gastronomía más intensa. Preguntando a su creador por la capacidad de envejecimiento de este vino afirma con seguridad que tiene un gran recorrido por delante: “Es un vino que mejora con la botella, pues suaviza todo su carácter”. “También hemos visto cómo nuestras primeras pruebas con esta uva están evolucionando muy bien, por lo que 8 o 10 años podría aguantar perfectamente”. El 70% de la rufete blanco utilizada para elaborar este vino proviene de una viña de 12 años de edad, mientras el 30% restante lo hace de viñas viejas de 110 años de distintos parajes de Villanueva a una altitud que ronda los 750 metros.