Actualmente, la mayoría de los vinos de calidad como Vinos de Mesa son una contradicción porque, si bien están salvados de las reglas reguladoras, en cambio están obligados por conciencia empresarial al rigor del trabajo con sus propias uvas, estén o no autorizadas, para hacer un vino más personal y de diseño sin que, perteneciendo a esta categoría, les condicione vender a menor precio.
Hoy, con el reinado de las autonomías, los vinos encuadrados en la disciplina de las D.O. más famosas, se encuentran en una zona de confort arrostrando sus reglamentos, pero amparándose políticamente con ayudas institucionales. En cambio, para los vinos que no lo están, o sea, los llamados Vinos de Mesa y Vinos de la Tierra, los asuntos de promoción corren por su cuenta, y son protagonistas de los conflictos que se crean con los Consejos Reguladores para la identificación del municipio de origen en sus etiquetas (exclusivo de las D.O.) si la localidad está en una denominación de postín, y son casi nulas las subvenciones para la creación o remodelación de bodegas. En contrapartida, estos vinos pueden ser el resultado de comprar el mejor vino fuera de la zona, elegir y cultivar la cepa como quieran y el rendimiento que les venga en gana, pero con el rigor que exige el propio mercado de calidad, hasta el punto –repito- de ser tan caros y tan buenos como los mejores de las D.O.
El ejemplo toscano
Un fenómeno que trascendió más allá del propio país fueron los “supertoscanos” italianos en los años finales del pasado siglo. Vinos que, para la tradición de la DOC Chianti, prescindieron de este label al no autorizarse el empleo de variedades bordelesas. Es cierto que en aquellos años no se llegó a la perfección de hoy en extraer más carácter de la sangiovese produciendo vinos muy ligeros sin la profundidad entonces de la merlot y cabernet sauvignon. Vinos iconoclastas que han prestigiado a los vinos italianos bajo la denominación genérica de Toscana. Gracias al mercado americano, Tuscany era un nombre mágico ante la escasa reputación que tenía la DOC Chianti, en gran parte envasados en pequeñas y turísticas garrafas de mimbre. Audaces como Piero Antinori con su célebre Solaia. Ludovico Antinori con su tinto Ornelaia y Nicolo della Rocchetta con Sassicaia, (el primer vini da távola de prestigio), fueron capaces de dar a conocer un municipio como Bolgheri casi desconocido de la Toscana y que hoy se ha convertido en DOC. con el nombre de este municipio aceptando las variedades francesas.
¿Mezclar zonas?
Paradigma del vino libre es el ensamblaje inteligente de varias zonas. Una práctica interesante que tímidamente se va imponiendo, tal y como hacen Andreas Kubach y Tao Platón con su catálogo Vinos de Montaña, mezclando dos zonas como Gredos y Sierra de Gata y alguna bodega más que no recuerdo.
Me viene a la memoria el pionerismo de Carlos Falcó cuando diseñó en los primeros años Noventa el tinto Durius mezclando la fortaleza del vino de Toro con la acidez y expresión de la Ribera del Duero. El reglamentismo de las dos D.O. impidió que esta idea tan original fructificara, convirtiendo este proyecto en una simple marca de los Arribes del Duero.